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Actualizado el Jueves 03 de Noviembre de 2016


Camino al Bicentenario de la “Villa Nueva de los Barriales, hoy, ciudad de General San Martín". 2da. Parte


La segunda parte del relato del sanmartiniano Ricardo Enrique Falanga Herrera comienza con la caída de la Patria Vieja a manos de los realistas y la influencia de este hecho en la estrategia que desarrolla para la defensa de la provincia en caso de una invasión

SOY SU ADMIRADOR (2)

Fui leyendo todo lo que fuera cayendo en mis manos, así que vi que algo lamentable jugó en su favor, pues él ya estaba al frente de la Provincia de Cuyo cuando en 1814 Chile cayó en poder realista, desapareciendo aquel gobierno con el que esperaba entenderse, y recién ahí Buenos Aires le prestó atención. A partir de ahora había que prepararse para la defensa si la provincia que dirigía resultaba invadida.

Supe que enviaba agentes secretos a Chile y Perú a esparcir entre los realistas datos falsos sobre sus tropas y armamento, buscando un entendimiento para evitar más muertes de uno y otro bando. Esa guerra de zapa lo hacía un humanista, cosa que se vería con más claridad en 1825, al redactar las máximas para la educación de su hija.

Pude entender por qué se lo llama “el Padre de la Patria”; ninguno como él instó a los diputados argentinos a decir que ésta era una nación independiente.

Vi esa gran hazaña de precisión de los varios pasos de la cordillera con sus hombres, que contó con la confianza y auxilios del pueblo cuyano, sumados al envío de hacienda y elementos varios desde Buenos Aires. Todos habían entendido que había que dejar de ser pasivos y hacer este ataque. Aunque los pasos entre las montañas eran más peligrosos que los propios realistas, lo cierto es que los unos y los otros resultaron vencidos.


Si el ejército de su mando sufrió cierto contraste, fue por un ataque sorpresivo en la oscuridad, lo que él llamó una victoria casual de sus enemigos, a los que decidió esperar en las afueras de Santiago y a la luz del día, cuando se hizo realidad el día de gloria para la América del Sur que le prometiera a un nutrido grupo de vecinos de Santiago.
Vi que el interés de Buenos Aires decaía al saber que los chilenos eran libres de nuevo y que en tal sentido tenían que arreglárselas solos contra los enemigos que seguían en el Perú.
Vi su grandeza al leer que desoyó la orden de pasar a destruir a los caudillos de Santa Fe y Entre Ríos, y que en Perú hizo declarar la independencia, para más tarde abolir el tribunal de la Inquisición, el emblema de la tiranía espiritual.
Vi que lo dejó todo en manos de Bolívar para que los ejércitos se reunieran para el triunfo final, pues pensó que en definitiva los dos peleaban por esa misma causa. No importaba quién lograba que la guerra terminara, sino la victoria de los patriotas.
Imagen: “Lo que vio un cóndor en 1817- Febo asoma”, pintura del coronel (r) Cosme Adama Masulli. Portada “La caída de Rancagua”, de Pedro Subercaseaux

Por Ricardo Enrique Falanga Herrera.


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