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Actualizado el 16 de Noviembre de 2016


Camino al Bicentenario de la Ciudad de General San Martín. 4ta. Parte


La cuarta parte del trabajo del sanmartiniano Ricardo Enrique Falanga Herrera pone en valor la elección de don José Francisco de San Martín para vivir en esta tierra para hacerla prosperar

SOY SU ADMIRADOR (4)

LA DIFERENCIA ENTRE ÉL Y YO

Confieso que no haber resultado convocado para hacer el servicio militar como granadero fue una de las frustraciones de mi vida. Paciencia. Dios podía darme otras cosas mejores que ser uno de los custodios del individuo que en ese tiempo ocupaba en forma ilegítima la presidencia de la Nación.

En marzo de 1979 estuve de visita por el campo de San Lorenzo; era una tarde nublada, y me dio por desear haber estado en el lugar de alguno de aquellos bravos. Como una vez él se expresara, lo diré sin dobleces: Yo quería ser como San Martín.

Ahora soy grande, y después de haberme instruido mucho más en la historia de aquel personaje, sé que me le puedo parecer mucho si sigo su ejemplo, actuando con patriotismo y desprendimiento, siendo buen esposo, padre, abuelo y vecino; siendo aplicado al hacer cada una de mis tareas (como él dijo, “las cosas se hacen bien, o no se hacen”); sincero, por eso de “amor a la verdad y odio a la mentira”, y con sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones, aunque no creo que todas los merezcan si no ponen la vida humana primero. Me falta cumplir eso de “hablar poco y lo preciso”.

Pero hay una cosa que siempre nos va a hacer diferentes: Yo no elegí nacer donde nací, en esta tierra baldía que hace más de 200 años él hizo mejorar y fructificar, mientras que él sí fue el que miró, consideró y peticionó para sí un lugar para vivir, que resultó estar a poca distancia de mi domicilio.

Él eligió vivir aquí, mientras que a mí nadie me preguntó. Fue toda una suerte que Dios quiso que yo tuviera. Él pudo estar un tiempo cerca de esta villa llamada con su apellido (el homenaje más grande que los argentinos le hayan podido hacer en vida).

Y yo tampoco voy a estar aquí para siempre; algún día mi propio barco será arrojado por la tempestad a su puerto. Y otros vendrán al mundo, siendo nuevos admiradores de nuestro Gran Capitán.

Por Ricardo Enrique Falanga Herrera.

Imagen:

“El honor al General”, pintura Francisco Valentín Inchaus.

¿Y a usted no le gustaría cebarle mate a don José de San Martín?

 


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