Literatura
Actualizado el 31 de Diciembre de 1969


Literatura: La Abuelita de Barby y las Plazas


En el convencimiento que tenemos la misión de difundir las cosas que suceden y los trabajos de los habitantes de las Tierras del Este inauguramos un nuevo espacio para quienes deseen compartir cuentos, relatos y poesías con nuestros lectores.

La Abuelita de Barby y las Plazas

Se encontraban en una pequeña construcción que albergaba algún instrumento, sería un regulador o válvula de gas. Ellos lo usaban de asiento, no más de dos a la vez, los otros permanecían de píe en el sendero que conducía a la fuente, justo al lado donde estaba la columna trunca que algunos dicen la trajeron de Italia. Desde hace bastante tiempo es el lugar de encuentro de jóvenes y adolescentes.

Los jóvenes se ubicaban al costado de la plaza, cerca de la calle donde estaban los autos de sus padres para escuchar la música que se emitía desde los potentes equipos que habían instalados a los efectos de impresionar.

Los adolescentes con la angustia de los pocos años para ser grandes y los muchos para ser niños, ponían de manifiesto la falta de criterio para la selección musical, ellos con sus granos, sus cuerpos desgarbados y sus conflictos se convocaban todas las tardes a contarse las historias que nunca iban a suceder.

Si alguien se detenía algún momento cerca de estos proyectos de hombres, podría enterarse lo tarada que es Mónica, o del agrande de Victoria ni que hablar de Noelia que se siente linda por que modeló una vez y es una culona espantosa, o la merma de Cristina que sale con un tarado de la facultad que siempre anda en el Astra que le presta la madre y que debe tener como veinte años.

El de la cara más dañada usaba el pelo largo y ondulado, se llamaba Javier, debía ser el referente del grupo. Él ingresaba sin pagar a Cinerama y se quedaba hasta que cerraban, también podía entrar en "Al Toque" cuando tocaba alguna banda. En Cinerama la mano se la hacía uno que trabajaba en seguridad y practicaba rugby en Tacurú, junto a su hermano y que aparte de hacerlo zafar con la entrada lo invitaba 3 o 4 fernet, cada vez que iba.

Según contaba: "en Al Toque la mano fue diferente, ya que un día el encargado del lugar, ese que es músico, el que toca el bajo, el Pepe, ese que es de Rivadavia y es vigilante con los menores, me pidió documentos y yo le presenté el DNI de mi hermano que es 5 años mayor que yo y desde entonces no he tenido problemas. Tampoco me jode la cana ya que ellos saben que mi tío es Fiscal y le tienen cagazo.

Seguro que esos antecedentes le daban la chapa necesaria para sentarse y contar historias de las salidas que sus amigos nunca podrían corroborar ya que a ellos no los dejaban entrar a esos lugares por ser menores de edad.

Un día, con la crueldad propia de los adolescentes, mientras conversaban algunos temas sobre el cole. Javier comentó que a la Profe de literatura le decían La Abuelita de Barby por la forma de vestirse a pesar de lo vieja que era, y aunque algunos de los presentes no entendieron muy bien de que se trataba, como correspondía, festejaron la ocurrencia del líder.

La Profe era una mujer de mediana estatura, que hacia un tiempo impreciso había cumplido los treinta, poseía un cuerpo menudo pero muy bien formado, su ropa siempre actualizada le sentaba muy, pero muy bien. Las arrugas no alcanzaron a detectarse nunca, ya que el cirujano que estaba frente a la plaza grande se había encargado de hacer milagros en su rostro que desde hacía años se mantenía inalterable y era casi seguro que también había trabajado en otras partes de su cuerpo. Soltera y lectora empedernida, se podía ver a La Profe caminar por el centro, siempre llevando algún libro bajo el brazo, que leería en cualquiera de los cafés del pueblo. El saludo cordial y distante le servia para mantener a raya a los circunstanciales levantadores.

Despertaba comentarios de jovatos que el Domingo ejercían de abuelos, pero que durante la semana, desde el café trataban de pensar y actuar como treinta años antes. También de aquellos que siendo contemporáneos de ella, parecían sus padres y que no habían tenido la suerte de compartir algún momento de lujuria del que se sospechaba ella había sido protagonista.

Lo más jóvenes también fantaseaban con La Profe y cada uno contaba cuando vieron sus gambas o cuando le miraban esos escotes impresionantes que usaba y mostraban mucho menos de lo deseado.

Era un viernes y Fernando, el más cercano a Javier, para zafar de la hora de ingles decidió hacerse la rata y concurrir a la Plaza Independencia, con sus pelos largos y la remera del Che, se paseaba transportando la mochila que contenía entre otras cosas, otra remera comprada un rato antes con la imagen de Los Redonditos.

Fernando con su andar descangallado y su acné, contemplaba y admiraba a los que se la rebuscan vendiendo artesanías. Estaba metido en sus pensamientos cuando divisó a La Profe caminando entre los puestos de los hipones del sub-desarrollo y Fer. quizás influenciado por la música que escuchaban los chabones de la plaza o por el humo de lo que fumaban, tuvo el impulso de gritarle "Qué haces Abuelita de Barby",

La Profe sin inmutarse se acercó al flaco y le dijo: "Te estaba buscando para invitarte a tomar un café y hacerte algunas preguntas, o tenés otros planes ¿Sos el hijo de Ricardo cierto?" Fernando no sabía muy bien que le pasaba, durante años había visto a La Profe caminar como si no existiera nadie ni nada y ahora se enteraba que lo tenía registrado y para colmo conocía a su viejo, se preguntaba ¿por qué habré dicho tremenda boludez?. Estaba metido en sus pensamientos cuando La Profe volvió a preguntar ¿aceptas el café?

Tengo la plata justa para pagar el colectivo. le contesto Fer y ella dijo: Vos no entendes nada, yo te invite ¿queres o no?. Nunca supo Fernando si aceptó o si solamente se dejo guiar durante las cinco cuadras que separaban la plaza hasta el café elegido por ella, lo que si recordaría, fue que en el trayecto no pronuncio ninguna palabra y la transpiración tremenda de sus manos.

Cuando llegaron al café, se instalaron en el segundo piso (él no imaginaba un lugar así). Sin pensarlo ni quererlo dijo: “No quise ofenderla” La Profe preguntó: “¿Qué pasó acaso recién no me tuteabas?, ¿Decíme te parezco tan tarada como Barby y tan vieja como para ser su abuela?” Las respuestas no llegaron. La mano de La Profe le apretaba la pierna por debajo de la mesa, eso dejo sin palabras a Fer. que sólo alcanzó a pronunciar un suspiro muy parecido a un gemido de esos que se emiten ante una sorprendente realidad.

Fernando fue sorprendido nuevamente, pero en este caso por el mozo que dejaba dos copas con espumante sobre la mesa ratona, mientras les recordaba que si necesitaban algo lo podrían llamar a través del timbre que estaba ubicado detrás del pequeño sillón donde sobraba espacio. No alcanzaba a divisar a los otros asistentes a causa de la poca luz del local.

Pasó el fin de semana y los amigos extrañaron su presencia en la Plaza. Casi no lo reconocen, lo encontraron leyendo un libro en la escalera del Cole, su pelo estaba corto, en lugar de una remera con alguna imagen lucía una camisa manga corta a cuadros, las espinillas no estaban en su rostro. Javier dijo: “¿Qué carajo te pasó que no fuiste a la plaza el fin de semana? ¿dónde te metiste?

Fernando respondió: Es que me aburren las pelotudeces de los pibes…..

Silvano González, colaborador de ARN Diario

Nota de la redacción: Quienes deseen publicar en este espacio se tienen que comunicar a fuertesarndiario@gmail.com

    


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