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Actualizado el Jueves 02 de Marzo de 2023


Los anónimos de vendimia


Una narrativa sobre silenciosos protagonistas de vendimia, por Matías Edgardo Pascualotto, autor de “Las políticas hídricas y el proceso constitucional de Mendoza”.

Balanceando las esperanzas en la caja del destartalado camión, las piernas colgando en el espacio que debía ocupar la trasera compuerta, faltante en el conjunto de la máquina que chirriaba por cada uno de sus infinitas ligaduras mecánicas, miraba el sendero que se perdía bajo sus pies. La infinita imagen del polvo del camino interrumpido a intervalos por algunas piedras, un pozo o un charco, se mezclaban en el sopor de su pensamiento, que lo trasladaba lejos, a su pueblo del norte, más allá de la frontera argentina.

Derrotero largo el del recorrido, muchos cansancios a través de los kilómetros, durmiendo en los improvisados campamentos de las estaciones sobre la manta polvorienta y roída que yacía ahora debajo de él, a modo de mullido asiento, atemperando el calor que irradiaba, a esa alta hora de la mañana cuyana, el brillante metal de la caja del camión.

Mucho esfuerzo y paga escasa, pensaba, mientras paseaba la mirada, ahora alta, por la hilera de álamos que se alzaba a la vera del sendero, secundado por la acequia de aguas barrosas, centinelas de los límites de la finca que se erguía como un tapete verde extendido en las agrestes faldas cordilleranas.

Mucho trabajo y poca plata, volvió a repetirse a sí mismo, pensando en las otras ganancias, las ajenas, las bodegueras, las viñateras, las intermediarias, las de un circuito que no contemplaba el enflaquecido contrato que lo acercaba a estas remotas labores entre los surcos y las parras. Pero era lo que había, quizás en un futuro…. con esfuerzo…. pensaba, repasando ilusiones remotas sobre caseríos y plantíos propios… su propia finca… Pero por ahora, era lo que había, sentenciaba su mente, masticando el destino de esfuerzos que lo esperaba entre las viñas, en esa cosecha de vendimia.

Allá en el fondo de la caja del camión, juntos como un cálido ovillo humano bajo el escaso ángulo de sombra producido por la cabina del conductor, yacía la familia, la gruesa esposa de rasgos ancestrales, bajo la amplia falda colorida, y los pequeños hijos, adormilados contra ella, entre las cobijas de lana, atuendo de contraste llamativo bajo el imperante sol de la cordillera cuyana.

Más allá, en el otro vértice de la caja, sobre los trastos de ropa ligados por sogas que constituían el equipaje, dos muchachos, que confluían en el itinerario hacia el conchabo de cosechadores, charlaban entre ellos liando dos cigarros, pacientemente armados de la ya casi vacía bolsa de tabaco, que tendría que esperar para ser llenada, tras la primera paga.

Repentinamente, los pensamientos, ensoñaciones, y pitadas de cigarro se sacudieron sorpresivamente conmovidos por el traqueteo de la máquina al girar hacia la tranquera de entrada, coronada en su horizonte, a unos centenares de metros, por la casa patronal y los galpones que presentaban, frente a su entrada, otros grupos de trabajadores pacientes esperando su lugar, golondrinas en busca de su estacional oportunidad. Tras los pesados goznes de la entrada, el sendero a la vendimia los esperaba.

Matías Edgardo Pascualotto. Máster en Historia


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