Más noticias | Sociedad
Actualizado el Jueves 09 de Marzo de 2023


Cautivas: las grandes olvidadas de la historia argentina


Miles de mujeres fueron raptadas en los pueblos argentinos por los sangrientos malones mapuches que las tenían como principal objetivo.

En los primeros años del siglo XIX, comenzó en gran escala el drama de las cautivas blancas, en concomitancia con la araucanización de las pampas argentinas. El cautiverio era habitual en las tribus mapuches provenientes del sur de Chile desde mucho antes. Miles de mujeres fueron raptadas en los pueblos argentinos por los sangrientos malones. La inmensa mayoría desapareció para siempre.

El de las cautivas es un tema tabú en la historia argentina. La venezolana Susana Rotker en su libro Cautivas. Olvidos y memoria en la Argentina manifiesta: “Las cautivas argentinas, que dan su despedida desde unas pocas pinturas del siglo XIX para desaparecer para siempre en el silencio. Esta soledad atroz del rechazo y del olvido me obsesiona. El silencio que cubre la existencia misma de las cautivas argentinas en el siglo XIX es devastador: desde el momento del rapto hasta el día de hoy la realidad del cautiverio es más bien sinónimo de desaparición”.

El escocés Cunningham Graham, conocedor de nuestras pampas escribió: “Ay de la muchacha que por desgracia caía en sus manos! A toda prisa la arrastraban a los toldos, si eran jóvenes y bonitas les tocaban a los caciques; si no lo eran, las obligaban a los trabajos más rudos y siempre, a menos que lograran ganarse el cariño de su captor, las mujeres indias, a hurtadillas, les hacían la vida miserable, golpeándolas y maltratándolas”.

 

Estanislao Zeballos en Painé y la Dinastía de los Zorros escribió: “La cruel e implacable furia de las indias celosas, los golpes y heridas que éstas les infieren y los horrores de una cautividad sujeta a los caprichos insaciables y feroces de los bárbaros. El espectáculo de los seres queridos inmolados, el recuerdo del incendio que devoró sus hogares y de la sangre en ellos vertida por sus defensores queridos, hunden sus almas en las angustias del martirio supremo”

Santiago Avendaño, un cautivo de los ranqueles que escapó y dejó escritas sus Memorias cuenta que a la muerte del cacique Painé por un ataque cardíaco, su hijo mayor, culpó a sus 24 esposas de haber provocado su muerte con brujerías (hualicho). “Con excepción de su madre, la consorte más antigua, el resto de las esposas fueron condenadas a morir de bolazos en la cabeza y apuñaladas, para ser enterradas en la misma fosa junto a Painé. Sacrificadas de a ocho por vez, en las paradas que se hicieron desde el toldo del cacique hasta el lugar de su entierro. El último grupo fue sacrificado al borde de la fosa abierta, sobre los caballos de pelea, los perros, y gran número de ovejas, antes de colocar el cuerpo de Painé. La joven esposa preferida fue ubicada a su costado izquierdo”.

Un testimonio inmensamente valioso fue el de Lucio V. Mansilla, Comandante de fronteras, que por mandato de Sarmiento en 1870 hizo un viaje de 18 días a las tolderías ranqueles para firmar con ellos un tratado de paz. A su regreso escribió el genial Una excursión a los indios ranqueles en el que relata de primera mano: “A cierta distancia había un grupo de cautivas. Con su mirada me conmovieron. ¿Quién no se conmueve con la mirada triste y llorosa de una mujer? Las cautivas eran las sirvientas. Algunas vestían como indias y estaban pintadas como ellas. Otras ocultaban su desnudez en andrajosos y sucios vestidos. ¡Cómo me miraban estas pobres! ¡Qué mal disimulaba resignación traicionaban sus rostros!

Los primeros tiempos que pasan entre los bárbaros son un verdadero vía crucis de mortificaciones y dolores. Deben lavar, cocinar, cortar leña en el bosque con las manos, hacer corrales, domar potros, cuidar los ganados y servir de instrumento para los placeres brutales de la concupiscencia. ¡Ay de las que se resisten! Las matan a azotes o a bolazos. La humildad y la resignación es el único recurso que les queda. Y sin embargo, yo he conocido mujeres heroicas, que se negaron a dejarse envilecer, cuyo cuerpo prefirió el martirio a entregarse de buena voluntad”. “A una de ellas la habían cubierto de cicatrices; pero no había cedido a los furores eróticos de su señor. Esta pobre me decía, contándome su vida con un candor angelical: ´Había jurado no entregarme sino a un indio que me gustara, y no encontraba ninguno´.

Una cautiva de San Luis, contó que durante algún tiempo había vivido con un indio muy malo que había muerto ´Vea señor, me decía, cómo me castigaba el indio´ mostrando los brazos y el seno cubiertos de moretones empedernidos y de cicatrices… (sus) ojos eran hermosísimos. Era esbelta y graciosa”.

Una cordobesa “joven y hermosa, demacrada, sucia y andrajosa sollozaba como una criatura. Partía el corazón verla y oírla. La tenía un indio malísimo que estaba frenéticamente enamorado de ella, y ella resistía con heroísmo a su lujuria. De ahí su martirio. ´Primero me he de dejar matar, o lo he de matar yo, que hacer lo que el indio quiere´, decía con expresión enérgica y salvaje. Yo estaba desesperado. Nadie podía hacer por aquella desdichada nada, nada tenía que darle”.

Los indios quemaban o hacían tajos en la planta de los pies de las jóvenes para que no pudieran huir, hasta que aceptaran su triste destino.

Las dos Campañas del Desierto rescataron miles de cautivas. La expedición de Rosas en 1833 rescató unas mil y la campaña de Roca en 1879 redimió a otras tres mil. Estanislao Zeballos en La Conquista de 15 mil leguas dice: “Eran conmovedoras las escenas que ofrecían aquellos desgraciados cautivos al encontrarse de repente aliviados del sufrimiento y del martirio que por tanto tiempo habían experimentado”.

Esta nota pretende ser un humilde recordatorio al sufrimiento de esas miles de mujeres y jóvenes que padecieron un inhumano cautiverio en las pampas argentinas y que, como segunda condena, han sido desterradas del inconsciente colectivo nacional.

Fuente: MEMO 

Por Gustavo Cairo

 

 

 

 

 


Etiquetas:



Comentarios

Usuario Contraseña
Mensaje



Click en la foto para ampliar.















Desarrollo de Pizza Pixel